Esta mañana cuando venía conduciendo hacia casa después de haber dejado a mi esposa en la escuela donde estudia su maestría me topé con al menos dos automovilistas que rebasando por la derecha y cerrándose para ganar el paso del semáforo demostraron su pobre educación vial; poco a poco hemos visto como estas manifestaciones se han ido incrementado y lo más triste es que no estamos haciendo nada por combatir esta nueva corriente.
Hace unos años cuando mi adolescencia esparcía hormonas al máximo creía que lo que decían mis padres era anticuado y que lo mas en onda (conocido ahora como "cool") era determinar nuestras propias reglas, no me imaginaba lo que estaba ocasionando nuestra generación, y es precisamente la falta de responsabilidad.
Era más sencillo decir "¡deja que lo haga, no nos afecta!" que mantener el código de conducta que había preservado unida a nuestra sociedad hasta hace unos veinte años hasta cierto punto de una manera pacífica, aunque suene como viejito con lo que estoy escribiendo pero al perecer esta crisis la iniciamos antes de que yo naciera en la época de los sesentas cuando la humanidad confundió la libertad con el libertinaje; por esta razón y precisamente pensando en lo que comento en el título de este texto sería bueno preguntarnos si podemos aceptar calificar la responsabilidad como valor, la responsabilidad de que no dejemos pasar por alto las cosas, de hacer algo diferente algo que cambie y mejore nuestra percepción de la realidad y no solo la percepción sino la realidad.
Nuestro actual gobierno se ha preocupado por mencionar hasta el cansancio que la situación en México ha mejorado, tanto económicamente así como en temas como seguridad y confianza, desafortunadamente vemos más frecuentemente actitudes como la ofensiva forma de manejar de algunas personas. Si bien no hay mucho que podamos hacer para cambiar esto de manera particular, es decir influir de una manera dramática a cada individuo y que cambie igualmente lo que piensa y lo que hace, si podemos ejercer la fuerza individual del cambio. Esta idea me revolvió las entrañas cuando nuevamente tuve que soportar los insultos de mi jefe, quien aún después de un año en entrenamiento aún no ha sido entrenado y sigue siendo el mismo arrogante mal educado que hace un año, y están al frente dos caminos, el de la frustración y tedio eterno o el propositivo que busca la mejora, nuevamente la responsabilidad debiese de ser calificada como un valor, un valor que necesitamos recuperar de inmediato, antes de que nos destruyamos entre nosotros mismos sin remedio alguno.